🎧 Escucha el Mensaje en la voz de La Jardinera:
Mis queridas semillas,
Hoy me ha venido a la memoria, una historia que la vivimos, Juan, (El Salvador, o el guanaco) Lucia y Servidora.
Fuimos a Túnez, para estas fiestas de fin de año y estábamos en Túnez y fuimos a visitar las ruinas de Cartago, y también donde habían pasado los fenicios. A lugares siempre muy solitarios, preciosísimos. Y encontramos un Oasis que estaba perdido en un rincón del desierto. Es precioso porque también hacía un tiempo maravilloso. Y ahí de lejos vimos un anciano, arrodillado, estaba en el suelo, y rodeado de palmeras. Esas palmeras datileras, las que dan dátiles, que no todas las palmeras dan dátiles, yo creía que sí, no, solo unas dan dátiles. Y estaba de rodillas ahí con un puñado de dátiles, nosotros lo observábamos, como no comprendíamos su idioma, lo mirábamos.
Pero llegó uno de sus vecinos, su vecino era un hombre muy rico, era vendedor de camellos, vendía camellos y también los alquilaba, pero era muy rico porque tenía muchos camellos. Y al pasar lo miró, y se detuvo, se puso a la sombra, a descansar claro.
“Qué tal buen hombre, qué haces ahí, con una pala en la mano ¿y a pleno sol?” le dijo. Y él continuaba preguntándole, se acercó más hacia él y entonces le contestó: “estoy sembrando dátiles.” El hombre rico de los camellos respondió al señor viejito (sin dejar de cavar porque el viejito continuaba cavando.) “Dátiles! ¡Deja eso para otro! Y ven a tomar una buena taza de té conmigo, ale ven que te invito. Charlaremos un poco y descansaremos”
El vecino estaba escandalizado por que dijo: “Oye pero qué haces con este sol, vamos a tomarnos la taza de té y continuó diciéndole: “¿Cómo es posible que estés ahí aun cavando y plantando dátiles?” pero el anciano dijo no y le dijo no a la invitación, y siguió con lo suyo.
Entonces el hombre rico, ah mirándolo y dándole pena dice “veras, no quiero ser impertinente pero hace falta al menos unos 50 años para que las palmeras crezcan y empiecen a dar los primeros frutos, has pensado ya en eso? Y estoy seguro que ni siquiera los verás, porque no llegarás a verlos” le dijo el hombre, mercader de camellos. “No lo verás. De aquí a 50 años ni los verás, ni los probarás.” Y el anciano dijo: “No me vas a quitarme de aquí, ni desarmarme, ni tampoco desanimarme, ni tampoco me vas a quitar la ilusión” respondió.
Y lo dijo con estas palabras, pausadamente para que comprendiera que él ya estaba seguro que no podría comerlos, pero los que iban a nacer sí tendrían esa alegría y esa ilusión de comer dátiles como él hizo cuando se encontró esas palmeras. Entonces el vecino se quedó tan conmovido con la respuesta, que no supo qué decir, como siempre llevaba bolsas de dinero y de monedas sacó una bolsa y se la dio al anciano. Para agradecer la lección.
Mis semillas, el hombre rico tenía todo, lo único que le faltaba era la humildad, porque la humildad es agradecer y ofrecer. El anciano estaba ofreciendo el fruto que mañana los que no habían nacido verán, probaran y degustarán. Estaba pensando ya en nuevas generaciones.
Si cada una de nuestras semillas hace lo mismo en su jardín, en la montaña, en la terraza en un balcón. No podremos plantar dátiles en la Rosa de Pyrenees porque está nevando y se helaría, pero sí que podemos plantar pinos o un peral, una manzana, otros frutales. Y sobre todo la perseverancia. Y qué mejor regalo que ofrecer a la tierra, una semilla para que crezca como ese árbol y esa semilla que vive dentro de nosotros, que crece, crece, crece, hasta llegar al cielo y recibir la caricia del Padre y de la Madre de los cielos.
Siempre os he dicho que tengo un jardín y que siempre planto mis tomates, pimientos, judías, ensaladas de todo lo que se consume, berenjenas, pensar en ello. El año que viene hacerlo, y así no ocurrirá como en este año, que era raro encontrar verdura y fruta. Solo tenéis que recoger buena tierra, que da las montañas o los que tienen gallinas o ganado ponerlo en la tierra y poner semillas. Y si no es para vosotros, para vuestros hijos o para para vuestros nietos. Y seréis recompensados, claro que no vendrá este hombre, marchante o comerciante de camellos, pero sí que tendréis otros regalos y otra suerte. Siempre, siempre tenemos un regalo, que es abrir los ojos y contemplar la vida y a los seres que amamos aunque sea de lejos. Aunque sea de lejos.
Con todo mi amor vuestra Jardinera.
¡Alegría! ¡Alegría! ¡Alegría! Sembrar esa semilla, es la semilla del amor.