🎧 Escucha el Mensaje en la voz de La Jardinera
Cerca del Tíbet hay una Lamasería,
Uno de los lamas, muy joven, lo mandaron a la Lamasería para que fuera el profesor de los alumnos, en estos monasterios recogen siempre los alumnos de todos los pueblos, de las ciudades y cada familia tibetana da uno de sus hijos para servir a Buda. Es una obligación y quien quiere, puede dar 2 o 3 hijos. Pero todos dan un hijo, un varón. Entonces este Lama era joven, dinámico y entonces, llegó con entusiasmo, con alegría, se presentó al Abad, que es el director de la Lamasería y le dijo:
¿Ya puedo empezar? ¡Cuando quieras! Y cogió a todos los alumnos y entonces empezó a observarlos a todos uno por uno y vio que estaban serios, sentados, muy disciplinados y el joven Lama era simpático, carismático y le gustaba reír. Y les dijo:
Mis queridos alumnos, os voy a explicar el principio de nuestro trabajo, como futuros monjes que seréis. La espiritualidad no es triste. No tiene que ser aburrida, no tiene que ser amargo, no tiene que ser siempre sin reír. Y tampoco tiene que ser ni culpa ni tristeza, nada. Al contrario, la espiritualidad tiene que ser alegre, sonriente, tranquilos, pero sobre todo el principio es hacerlo con la conciencia, con la sonrisa y si tenéis ganas de reír, ¡Reír!
Pero pensar que estáis aquí para mañana continuar este camino que vengo a enseñaros. Los novicios lo miraron y estuvieron muy extrañados, porque todos los otros lamas eran mayores y les hacían orar horas y horas y horas. La primera empieza a las 4, la segunda a las 6 y así durante el día. A las 5, y pobrecitos, eran niños muy jóvenes. Así que lo miraban un poquito pensando: ¿Será verdad, no será verdad? Vamos a ver, era una sorpresa muy grande para ellos.
Entonces empezó a explicarles la vida de Buda, su ejemplo, su sabiduría y a enseñarles lo que era la espiritualidad. Y ellos empezaron a reír a carcajadas. Estaban alegres, aprendían muuuuy bien. Y avanzaban cada día más, cada día más. Pero pasaron por allí la gente del puedo, la gente de la ciudad, que se llaman, los fieles. Y al escuchar esas risas y esa alegría, no les gustaron y fueron al Abad y le dijeron: Abad, no estamos de acuerdo con el Lama, el nuevo que ha venido, pues hay mucho ruido cuando pasamos. Oímos que se ríen, están cantando las oraciones, en vez de rezar en silencio, las rezan cantando y siempre hay un niño que se está riendo y todos que le acompañan. Es demasiada alegría, no es bueno para la espiritualidad.
El Abad escuchó sereno y llamó al Lama. Y le dijo así: Han venido los fieles y se han quejado. Han dicho que haces demasiado ruido, que tus alumnos se ríen, que están contentos y que hay una gran alegría en esta escuela. Y le ha dicho: Pero, Señor Abad, la espiritualidad no tiene que ser ni llantos ni tristeza y dijo: Bueno, inténtalo, de hacer como hacían los otros Lamas. Y el joven Lama le contestó: Huy Abad, será la misma cosa, lo mismo. ¿Qué quieres decir? Ya lo verá, le contestó el joven Lama y al día siguiente puso a sus alumnos bien sentados, los puso a rezar, a recitar mantras, pero todo en silencio, todo en silencio. No se oía nada. No se escuchaba nada.
Pasaron los fieles y se pararon y dijeron: ¿Habrán cerrado el monasterio? Pues no hay vida, no hay nadie. ¿Qué pasará? Y se asomaron por la ventana y vieron que estaba un nuevo Lama, joven Lama junto con los alumnos rezando, pero todo en silencio. Todo en silencio. Y fueron a ver al Abad, y le dijeron: Abad, venimos a decirle que no estamos nada contentos porque no se oyen a los niños, no se oye la oración, no se oye cuando recitan, no se oye nada. Y tan silencioso parece que está muerto, es horrible, horrible.
Muy bien, le dijo el Abad, se lo voy a decir al nuevo Lama. Llamó al joven Lama y le dijo: Mira, los fieles se han quejado y han dicho que ahora está tan silencioso que parece que todo está muerto. Así que lo que te voy a decir, no lo olvides:
Le hizo la reverencia, el joven Lama y al día siguiente empezaron como él lo había hecho siempre. Las oraciones, las explicaciones, a reír, a cantar, a jugar y en la recreación, había una alegría tan grande, que vinieron todos los niños de las otras escuelas, los niños de los pueblos vinieron todos. Y estaban ahí con la boca abierta y los ojos bien grandes. Con una gran alegría. Y felices.
Y desde entonces es el Lama feliz y los jóvenes encontraron la felicidad porque comprendieron muy bien que
El resto, no escuchéis, porque nunca estarán contentos. Pero si vosotros tenéis resultado,
Con todo mi amor,
La Jardinera.