September 13, 2021

Meditar libera el Alma

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🎧 Escucha el Mensaje en la voz de La Jardinera

Hoy, mis queridas semillas, os voy a compartir una historia muy bonita de la India.

He ido varias veces y siempre voy a la lamasería, donde están los Lamas, es decir, los monjes, los budistas. Nos dejan hospedar en un lugar que es mixto o bien, en un lugar solo para mujeres o para hombres.

Así que nosotros siempre vamos en grupo, como laicas. Somos monjas laicas. Nos recibieron muy bien y claro, es baratísimo, comes muy bien, te tratan muy bien y siempre con la sonrisa. Un día, había un hombre de la India, muy rico, muy rico, muy rico. El más rico, multimillonario. Y dijo: Quiero ir al monasterio, me hará de bien, me relajará, me cambiará y todo el mundo habla diciendo que vuelve trasformado, pues voy a ir. Llegó este hombre rico y preguntó:

Me gustaría hablar con el Abad. El Abad es el más grande de títulos, como si fuera un obispo católico, pero en budismo. Y entonces vino el Abad, lo saludó y le dijo: ¿Qué desea señor? Quedarme aquí unos días porque lo deseo y estoy muy intrigado.

Y entonces le dijo: Yo no se lo aconsejo, señor. Le dijo el Abad. - Pero ¿Cómo? - No se lo aconsejo porque aquí vivimos como hombres libres y vivimos muy felices con toda la libertad, pero con mucha felicidad y sobre todo, tenemos un gran confort.

Entonces, ¿Por qué me lo dice? Le repito señor, que aquí no somos esclavos, somos hombres libres. Hablaba de los monjes y de las personas que querían estar allí. Hablamos porque queremos ser hombres libres, pero, con todo el confort, la libertar y ser felices. Entonces le dijo al Abad: Pues me quiero quedar, porque es lo que busco.

Yo no se lo aceptaría, no durará. -Pero ¿Quién es usted para juzgarme? – Entonces, le dijo: Bueno, si quiere e insiste, quédese. Usted mismo, usted lo decide, pero aquí, no somos esclavos, le repito, somos

Hombres libres.

Y le volvió a replicar: ¿Cómo se puede atrever? Yo que soy el hombre más rico del mundo, no soy esclavo de nadie, al contrario, los esclavos son los que me sirven a mí. El personal, los obreros, todos. Bueno, por fin dijo: Puede quedarse. Y se quedó.

Fue al refectorio, al comedor, y le dieron una comida. La comida de todos los monjes y de todos los que estaban allí. Y os puedo decir que es igual para todos. Cuando lo vio dijo: ¡Huy! ¡Que asco! ¡Esto no me lo como yo! Es imposible, pero ¿Qué es esto? ¡Que malo! No, no, yo no quiero eso. Paso. Se levantó y se fue a los jardines. Y en los jardines, vio una sala toda silenciosa, muy bonita. Por curiosidad entró y vio que estaban los monjes y las personas que querían meditando en silencio. Y había un olor a incienso agradable, una paz maravillosa y una armonía perfecta. Todos tenían la cara sonriente, reposada, las manos destendidas, bien sentados y esa sonrisa que tiene Buda que es de dulzura y de amor.

Él al verlos dijo: ¿Tengo que meditar? Y le dijeron: ¡Si! A las 4 de la mañana, cada día, hay que meditar. ¡Ay! Dice, ¡Eso no! Hasta aquí hemos llegado. ¿Me tengo que madrugar para meditar? Y después la comida que es malísima, las habitaciones, los colchones son duros porque son esterillas muy finas, es el suelo dice, es increíble. Entonces dijo: No, no, llamen al Abad, quiero hablar con él.

Llamaron al abad y vino y le dijo: ¿Qué ocurre señor? ¡Me voy! Le dijo el Abad: Ya se lo dije señor, que aquí no resistiría, no es para usted.

- Pero me dijo que no eran esclavos.

- No

- Que viven en el confort.

- Si

- Que son felices.

- ¡Mucho!

- Pero entonces, ¿Dónde lo ve usted eso?

El abad sonrió diciéndole:

Comemos lo que tenemos cada día y damos gracias a Dios.

Dormimos y no nos falta nada.

No estamos preocupados por los bienes materiales, no estamos preocupados si nos roban los obreros, si nos roban los esclavos.

No estamos preocupados por lo que dirán y lo que van a coger ni lo que van a hacer.

No tenemos nada que esconder, por eso le dije que éramos libres.

Y que éramos muy felices en nuestra comodidad y confort.

¿A qué le llaman ustedes confort?

A que no tenemos ningún problema. Sabemos que tenemos que hacer los horarios de meditación que es una contemplación maravillosa con Dios. Tenemos que hacer la comida y los quehaceres porque es una obligación, pero de placer. Y después nos vamos a reposar porque el cuerpo tiene que recuperar para el día siguiente volver a sonreír, volver a amar y volver a meditar.

Y usted no comprendió, usted es esclavo de usted mismo, de su trabajo, de su dinero, del personal que le rodea. De no meditar.

¿En qué dedica su tiempo?

Y le contestó: No tengo tiempo. No vivo.

¿Ve? Usted es un esclavo y no vive en el confort.

Esa era la diferencia. Bajó la cabeza el señor millonario y se fue.

El abad sonrió y fue de nuevo a su sala de meditación a pedir por su Alma, a pedir por la tierra, a pedir por tantos hombres y mujeres que ignoran que tienen un Alma y que ignoran que hacer una meditación de 5 minutos les salva la vida. Les libera al Alma de la cárcel y les da ese Amor infinito para la eternidad.

Con todo mi amor,

La Jardinera.

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