April 29, 2022

La valentía te abre puertas

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🎧 Escucha el Mensaje en la voz de La Jardinera

Mis queridas semillas,

Hoy vamos a hablar también de la tierra. Os diré que aquí en Rose des Pyrénées, ¡Estamos en plena plantación! Alegrías, petunias, begonias, margaritas, claveles de la India, quizás ustedes les llamarán otros nombres y otras categorías también, el tomillo, el perejil, el cilantro, la lavanda, las flores de miel que se llaman alice, son muy bonitas, blancas y huelen a miel. Un olor muy agradable y dulce.

Mis semillas,

La historia empieza así:

En una ciudad como en muchas, empezaba a escasear la comida y había familias que tenían mucha hambre y una de ellas era un padre de familia que tenía muchos hijos y no tenía para comer. Entonces en esa ciudad llegó un campeón de lucha libre, de boxeo, era un gigante, el campeón del mundo. Y entonces dijo:

¡Lanzo un desafío!

Aquel que me gana, tendrá un premio y lo que desea. Y toda la gente tenía miedo, mucho miedo, porque era campeón, era el hombre más fuerte y apenas tocaba a alguien ya se caía al suelo. Así que no hubo mucha gente que se anotó para pelearse y ganar esa apuesta. Pero había un campesino, un campesino es un hombre que vive en un pueblecito que tenía un poco de tierra con sus hijos, muy pobre y tenían muchísima hambre, mucha, mucha hambre.

Y dijo: Solamente tengo una salida, me voy a inscribir y voy a ir a luchar. Su esposa y sus hijos le dijeron: Pero papa, padre, no lo hagas, nunca has luchado, no tienes fuerza suficiente y ese hombre te matará.

Y dijo: No, hijo mío, voy a luchar.

Y fue y se inscribió. Al inscribirse lo miraron y se echaron a reír, dijeron: ¿No tienes miedo? No señor, no, no tengo miedo.

Bueno. Y lo inscribieron. Y ya empezó a prepararse la plaza, era igual que el coliseo, grandioso, muy grandioso. Estaba lleno de gente, la gente empezaba ya a gritar, a inquietarse, a chillar, a aplaudir, cuando salió el campeón aplaudieron, chillaron, nombraron su nombre porque todos los admiraban, todos, todos lo admiraban. Y de todos los que se habían inscrito, cuando lo vieron no hubo ni uno que salió, ninguno.

Y dijo: Pero ¿No hay nadie aquí que quiere hacer el desafío, luchar conmigo?

Y el campesino dice: ¡Si! ¡Yo! ¡Estoy inscrito desde esta mañana!

¿Tu? ¿Sí? ¿No tienes miedo?

¿Por qué tendría miedo? ¡No, no tengo miedo!

Entonces el campeón al ver ese campesino que era un hombre sencillo, no era muy grande, mediano, delgado, una mirada franca, honesta. Y lo miró bien, de frente, con esa cara que a veces ponen las buenas personas, una semi sonrisa y con una mirada de bondad infinita. El campeón dijo y pensó: Pueden ser dos cosas, o bien es un campeón más grande que yo y entonces perderé o bien es una trampa que me han hecho.

Puede ser que todos se han reunido y me hagan una trampa. ¿Qué podrá ser? Porque este hombre es imposible, no puede ganarme, es insignificante para mí. Pero ¿Qué será la trampa que me han puesto la gente de la ciudad? ¿O que verdaderamente pertenece a una escuela superior a la mía? Lo miró bien y fue hacia él y le dijo: Has ganado. El hombre lo ve y le dice: No hemos empezado.

Te digo que has ganado.

¿Ya está?

Si. Has ganado.

Entonces se quedó sorprendido y el campeón mirándolo le dijo:

Si, has ganado porque no has tenido miedo, has venido a afrontarme, me estás provocando y no tienes miedo. Te he provocado aún más y no tiemblas y vienes con ese impulso de fuerza, de serenidad, así que ya te doy el titulo de misiono.

Has ganado tú.

El hombre no comprendía, no había hecho nada, no había empezado y ya le dieron el título y ganó. Y entonces le dijo: Pero, antes, quiero hacerte una pregunta, el título es tuyo, pero quiero hacerte una pregunta:

¿A qué escuela perteneces? La mía es la superior de esta ciudad. Pero, la tuya, ¿Cuál es?

Y entonces él le dijo humildemente:

La escuela del hambre.

El campeón dijo: ¿Queee?

La escuela del hambre.

Así que el campeón solo tuvo que callarse, le dieron el titulo al campesino, se fue con su bolsa de dinero, más unos valores para poder hacer lo que quisiera, comprarse una casa o hacer un viaje, lo que él quisiera. Y él contestó: Solo quiero comer y que mis hijos coman. Así que el hombre campesino pudo entrar a casa, comer, dar de comer, pagar las escuelas y sobre todo sonreír y hoy en día aún se sorprende de haber ganado sin levantar una mano.

Mis semillas amadas,

¿Qué tenemos que sacar como lección?

Que el hambre, es la escuela más grande que hay.

Porque te da esa fuerza, ese valor, para luchar por lo que necesitas. Así que solo nos queda luchar por lo que queremos, luchar por lo que necesitamos y tendremos esa victoria. Solo se necesita quererlo de verdad y lo obtendremos.

Con todo mi amor,

Vuestra Jardinera.

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