🎧 Escucha el Mensaje en la voz de La Jardinera
Una vez había un ermitaño que vivía en un lugar muy bonito, muy bonito, pero era tan alta la montaña que estaba aislado de todos los pueblos y las ciudades. Había elegido vivir su vida para encontrar a Dios, así que se retiró como un ermita.
Y solo venía una campesina del pueblo muy lejos a traerle leche. Tenía una vaca, la ordenaba cada día, vendía su leche, y al monje, que era el ermitaño, le venía a traer su lechera, su jarra de leche. Y el ermitaño cada día se acercaba a la orilla del río, cogía la leche, le daba las gracias y era la comida que tenía todo el día.
Ese lago o ese río era lo que separaba el ermitaño de los pueblos y de la sociedad y él pasaba allí sus días, sus horas rezando, meditando y dedicadas a la contemplación. Y un día esta señora campesina le dijo: “tengo muchos problemas y me gustaría venir más a menudo para encontrar aquí la paz como usted.”
Y él le dijo, “cuando tengas problemas tienes que sentarte y recitar mantras, es decir, te pones a rezar y pides a Dios que te ayude, Él te escuchará. No te canses de rezar, rezas, rezas, rezas y verás que Dios te dará la respuesta y te dará la solución estarás tranquila y feliz.”
Y la señora se fue contenta porque dijo: “gracias de darme este consejo lo aplicaré.” La campesina se fue y pasaron los días, los meses y un día llovió, llovió tanto, tanto, tanto que hubo una tormenta enorme y empezó a crecer el río, creció tanto, tanto, tanto que la campesina llegó y al ver el río así no pudo atravesarlo.
Y dijo,
“¿cómo voy a hacer? No puedo dejar al monje sin su comida. Tengo que llevarle la leche, pero ¿cómo hago? No puedo llevarla con este torrente que hay de agua, es imposible.”
Y dijo, “¡ay, ahora me acuerdo que me enseñó que rezara y pidiera a Dios hasta que me lo conceda!”
Se sentó en la orilla del río y empezó a decir “que las sabidurías de los océanos vengan a mí, que las sabidurías de los océanos entren en mí, que las sabidurías de los océanos me ayuden a ver claro.”
Tanto lo repitió que de pronto se levantó, cogió su lechera, el pote de leche y se puso a andar por encima del agua. Y en aquel torrente tan grande, ella pasó andando y atravesó el río, al llegar al otro lado, el monje la miraba con unos ojos desorbitados, grande, y le dijo: “¿cómo es posible que has atravesado el río con esta tempestad? ¡Estas olas! ¡Es imposible! ¡Dame el secreto! ¡Quiero hacer lo mismo!”
Y le dijo, “usted mismo monje me enseñó esta plegaria, este mantra, ¡ayudarme! océanos del mundo, darme la sabiduría, darme el conocimiento a todos los océanos del planeta, ayudarme a encontrar una solución. Y así vine”.
Y así se fue, andando sobre las aguas hasta que llegó a su casa para empezar al día siguiente. El monje no lo podía creer, dijo: “no puede ser que esta persona, que no es ermita, que no hace el sacrificio que yo haga, le han dado tanto, es imposible.”
Entonces el monje se sentó y dijo, “quizás tenga yo razón, soy alguien de muy grande y poderoso y ese poder que tengo nunca lo he puesto en práctica. Si ella que es mediocre sabe atravesar el río, yo que tengo la sabiduría del ermitaño, el conocimiento de otros países extranjeros y que tengo tantos títulos y soy tan poderoso, puede hacer más que ella.”
Entonces el monje se levantó y puso los pies en el agua, mientras que los pies tocaban el suelo, es decir, las piedras del río, muy bien, pero cuando ya empezó a la rodilla se hundió y se ahogó, el monje se ahogó.
Mis queridas semillas, quería deciros estas palabras tan sencillas, todos y todas pecamos por lo mismo, el ego, el ego nos engaña, el ego nos miente, el ego nos traiciona, el ego nos hace creer que somos superiores a los otros, que podemos más, que somos más grandes, que somos poderosos.
El ego nos impide de pedir un consejo, un favor, nos impide de abrir la puerta de la humildad y sobre todo, el ego nos impide de reconocer que en nosotros también existe la humildad y no queremos aplicarla porque somos más felices con el ego, pero aquel monje también se lo creyó y se ahogó, mientras que la campesina creyó en las palabras y creyó en su Fe.
Y desde entonces siempre atraviesa el río y va a todos los lugares recitando la misma plegaria. Y la vida le sonrió porque ella creyó, creyó en la Fe y creyó en lo que podía ser fácil y realidad nunca pensó en su ego.
Ella aplicó la humildad y así obtuvo toda la felicidad del mundo que era cuidar de su vaca y dar alimento a los otros y vivir su vida de campesina. Hoy en día vivimos ciegos, mudos y sordos, porque queremos ser famosos, tener likes, salir en Instagram, etcétera, etcétera, ser reconocidos, pero después no saber de dónde vienen los tomates, ¿de dónde viene la verdura?, ¿de dónde salen las flores?
¿Cómo nace un pájaro? ¿Cuánto mide una ballena azul cuando nace? ¿De qué color es una cebra? ¿Es blanca o es negra? ¿Cómo se pueblan las selvas, las montañas, de dónde nacen los árboles?, ¿quién los plantas si no hay humanos?
Dios mío, juventud, ¡cómo os habéis perdido! Porque son cosas elementarias, eso es la vida, saber cómo nace un árbol en la naturaleza, sin que el hombre lo haya plantado. ¿Quién nos da de comer? la tierra.
¿De dónde nacen los tomates, las judías, los garbanzos, lentejas? No, preferimos saber qué moda es este año.
A propósito, este año el color es beige, beige, color melocotón es la última moda, color melocotón, el año pasado era rosa barbie, rosa chicle, rosa barbie. Hoy ha cambiado al color melocotón beige, en inglés. Qué lástima porque estáis más pendientes de las influencer y de los chismes de los cantantes y de las famosas sin ver la otra cara de anorexia y de adicciones.
Reflexionar en el monje, reflexionar en él, se ahogó.
Yo os voy a dejar con mi amor, con mi corazón.
Os voy a dejar en armonía, en paz, que seáis felices, que apliquéis la humildad de preguntar si no sabéis algo. Claro, tenéis YouTube, yo también yo tuve, yo tengo, vosotros tenéis y ellos tienen. Lo más importante es preguntar, no quedarse ignorante.
Preguntar, toda mi vida, Servidora ha preguntado, toda mi vida he preguntado y he recorrido mundo, sin hablar inglés, sin hablar alemán, casi italiano no hablo tampoco. Me da una vergogna pero e la verità.
Pero siempre preguntando y amando la tierra y continúo plantando y sembrando. Porque mi vida es eso, la tierra y los jardines.
¡Soy mediocre! pero no me quedo sin saber cuándo no conozco algo.
Con todo mi amor,
Vuestra Jardinera, que os desea alegría, amor, que tengáis un día muy feliz.
No olvidéis a la campesina que andaba sobre el agua.